El cisne
Te recuerdo color sepia.
En un zoológico de matices infantiles, al entrar me recibía el impecable fotógrafo de guardapolvo gris con su cajón fotográfico y los globos de colores que desafiaban la brisa matinal en una cálida bienvenida. Más allá, el carro del manisero con su aroma tan singular, junto a los molinitos frágiles jugando con el viento y la pagoda repleta de golosinas, helados y deliciosas manzanas acarameladas.
Todo un paisaje dentro del gran paisaje.
Pero la compra tradicional era la caja de galletitas de distintos gustos y formas con la silueta de animales que fascinaban mis visitas dominicales.
Las más bonitas eran para vos, que muy graciosamente tomabas.
Estabas allí, parado sobre un gran espejo color esmeralda que reflejaba tu figura señorial de plumas engominadas, cuello enlutado, mirada vivaz y un deslizar aristocrático, bajo la copa de los árboles y junto a mi débil silueta de niño. Entre flamencos, cigüeñas y tus otros parientes, eras mi encanto. Al agitar tímidamente las aguas con mis dedos te llegaban ondas mensajeras de cariño y admiración. Te acercabas tanto que casi podía tocarte. Juntos iniciábamos el intercambio de presentaciones de quienes habitaban nuestros universos. Mientras corría por el borde del lago me acompañabas una y otra vez y al finalizar la recorrida nos despedíamos como lo hacen los viejos amigos.
Hoy vuelvo al lago que conserva grabada tu figura, mi infancia y las cosas aprendidas junto a tu seguridad y estilo.
Te recuerdo color sepia.
RAFAEL GRANILLO POSSE